Como consecuencia de la agricultura y la ganadería, el cazador deja de ser la figura principal, pues surge una vida más sedentaria, la del agricultor. Esta nueva forma económica le permite al hombre almacenar los productos de alimentación, implicando una reserva que se convierte en un tesoro colectivo y, según la creencia de la comunidad, proviene en parte de las fuerzas naturales. Por lo tanto, la sociedad se organiza para recolectar, administrar y preservar esa reserva, pero también para hacerle culto a las fuerzas naturales, tales como: el sol, la luna y la lluvia que ahora sustituyen a las bestias del Paleolítico. Dichas reverencias se hacían mediante los monumentos que si bien comenzaron con Menhires, posteriormente se amplificaron al Dolmen, dejando a un lado el significado de tumba a los muertos para englobar el alma del colectivo en una ceremonia de culto al cosmos.
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